8.9.09

Como un cuerpo presto a ser mordido con dedos como labios, el talle de caoba y crin aguarda, como un punto G refulgiendo en la boca de un sabio, ser zarandeado por tan distinguidas huellas dactilares.
Huellas dactilares tan versadas, que aman los rumores de la ansiedad como si la desazón fuera la bolsa de las gominolas del ayer.
Cuerpo que conforma con el infinito y erecto mástil de la espera, la obra de arte insondable del rugir de una ventada al viento.
Texto de Guillermo Jiménez.

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